Asciclo Ramón Soto, el patrimonio cultural de Lagunillas que compartió escena con Ricardo Aguirre, Julio Jaramillo y el Trío Los Panchos
Más de sesenta años, de los 75 de vida, tiene Asciclo Ramón Soto conectado con la música, a través de las cuerdas del cuatro, la guitarra y el arpa. De sus manos diestras para ejecutar los instrumentos, también nacen artesanías variadas y, cuando la inspiración llega, las letras de canciones cobran musicalidad en el poder creador de este patrimonio viviente del municipio Lagunillas, en la Costa Oriental del Lago del estado Zulia.
Nos recibe en su casa, abriéndose
un mundo de recuerdos donde pasean, nombres, lugares y momentos únicos.
- ¿Qué lo llevó a la música?,
preguntamos, en el inicio de una gratísima conversación con este cultor de
destrezas únicas y sabiduría forjada en el tránsito de la vida.
- “Por la madre mía. Ángela
Adela Chacín. Ella era de Isla de Toas (municipio Almirante Padilla, en la zona
más septentrional del Lago de Maracaibo).
Pero Asciclo no nació en la
isla, sino en Los Puertos de Altagracia, en el municipio Miranda, en el norte
de la Costa Oriental del Lago (COL), en un lugar tan cercano a la zona costera,
como lo estuvo su mamá.
-Caramba, pero usted está hoy
en Lagunillas (más hacia el sur de la COL), soltamos para
advertir, cómo los caminos lo conducen hasta esta zona, su hogar actual y donde
sigue con maestría enseñando a otros, reparando instrumentos de cuerdas y dándole
formas diversas a las taparas, en artesanías donde su pericia para trabajar
este material natural, sale a flote.
La música lo conecta a las
aguas y él navega con la facilidad de ser también pescador.
“Cuando yo tenía nueve años,
ya tocaba el cuatro. Mi papá (Miguel Antonio Soto) me tiró al lago y fui
pescador”, destaca con una entonación propia del Zulia costeño.
La conexión con el Lago redundó
en una fuente de inspiración y cantarle a lo cotidiano fue parte del quehacer
de Soto.
“Es más yo le saqué una
canción al Lago de Maracaibo. Tengo canciones propias mías”, asegura sobre la facilidad
de escribir en torno a este reservorio de agua, tan único en Venezuela y en el
resto de Latinoamérica.
-Tuvo dos referentes en la
música: su mamá y su papá, comentamos.
-. “Sí, ellos eran gaiteros y
cantaban décimas.
-A usted le corre la “genética
gaitera y musical”, concluimos sobre el cultor llamado desde jovencito “El Rey
del Cuatro” por la virtuosa habilidad al tocar este instrumento.
-“Mi hermano mayor sabía tocar
guitarra y mi madre le dijo que me enseñara, lamentablemente, él dijo que no me
podía enseñar, porque después yo iba ser igual que él. Mi papá y mi mamá me
hicieron llegar al cuatro, y de ahí empecé a tocar el cuatro. Me presenté en
Radio Cabimas como aficionado (en un programa).El “Rey del Cuatro” me decían,
porque todos los domingos ganaba”, cuenta con una memoria bien claridosa.
En esas andanzas y presentaciones,
Asciclo llegó a un momento histórico: “Conocí al Trío Los Panchos, yo toqué con
ellos, yo tenía entre siete u ocho años. Después de allí seguí mi camino y
agarré el arpa. Y mamá y mi papá me compraron una guitarra (el otro instrumento
que ejecuta) y comencé a ensayar. Aprendí a tocar la guitarra a los diez años.
Me presenté en El Catirito en Maracaibo. Era un locutor, en un programa de noche,
por medio de Ondas del Lago Televisión, canal trece. Me llevaron, me presenté
allá con Oscar García G.
-Y ahí en ese programa cómo le
fue?
- “Espectacular, porque se
quedaron asombrados cuando canté la primera canción, la primera que toqué: Río
Manzanare”.
Como suele pasar con los
artistas, el movimiento y las presentaciones marcan destinos, en algunos, dejando
hitos inolvidables. En la isla de Margarita, logró el primer premio como cuatrista,
obteniéndolo también en Dabajuro (Falcón), San Cristóbal (Táchira) y en Mérida.
Hay un estilo muy particular
en su manera de ejecutar este instrumento: “toco el cuatro como debe ser, me lo
volteo y me lo paso por la espalda, y lo sigo tocando”, con esa forma tan
peculiar ganó su título del Rey del Cuatro.
En su carrera compartió con
notables gaiteros de su Zulia natal, como Ricardo Aguirre El Monumental y Jesús Reyes
Reyito. Fue, además, integrante de Coquivacoa, antes de denominarse Gran Coquivacoa,
estuvo con Barrio Obrero de Cabimas y también fue director del conjunto de la
policía, acá en Lagunillas.
Sus vivencias musicales tienen
la abundancia de momentos únicos, como cuando compartió con el célebre cantante
Julio Jaramillo.
- ¿Recuerda
algo de ese artista, de ese momento?, preguntamos.
-
“Sí, era pequeño. Estaba debajo de un techo que
había en la Bomba El Parador. Hace muchos años de eso. Allí toqué y cuando dijeron:
¿Hay alguien que sepa tocar guitarra? Dije ¡Yo! Enseguida me aflojé a agarrar
la guitarra. Y la primera canción que tocamos fue Mi Muchachita. Bien bonita
esa canción.
- . ¿Ahora usted qué opina de
estas canciones actuales? ¿Las acepta o prefiere géneros más delicados en las
letras?
-Bueno, lo que pasa es que la
música de ahorita no es buena, como la de antes. Vamos a suponer estaba Julio
Jaramillo, Camilo Sesto, Sandro, Los Terrícolas, Los Ángeles Negros. Era
canciones muy lindas y bellas. Ahorita es puro reguetón y otras cosas del otro
mundo.
Asciclo Ramón tiene tres hijos
y un nieto-hijo, como él lo llama. Hasta su casa llegan buscando un maestro
arpista.
“Es un profesor excelente. Ha
enseñado a muchos músicos famosos y buenos y aparte sigue enseñando”, cuenta
Dani Chacón, sobrina de Asciclo Soto, con quien comparte la filiación por
línea materna y el amor por la música.
Ella expresa cómo los estudiantes
llegan buscando a su tío: “No tardan ni dos meses cuando ya salen tocando. Esa
lista de personas exitosas, a quienes ha enseñado la tiene él, sé que a Luis
Escaray y Jaime Indriago, entre otros. Mucha gente”, acota Chacón, una de las
voces que escuchamos cantar durante la entrevista.
De la enseñanza pasa a su cuartito
de artesano y luthier, da forma a las taparas y vuelve a la vida a los cuatros,
guitarras u otros instrumentos de cuerdas, trastocados en su madera por el paso
del tiempo.
“Él aparte de ser una persona
con bastante edad y que tiene problemas con la pierna y la cadera, se le
dificulta para caminar, sin embargo, es fuerte, y él lo hace, se dedica, ahorita
está fabricando. Tiene su cuartico de instrumentos musicales, de artesanías,
diseña lo que necesita reparar. Él hace los trastes, monta las cuerdas, los
afina, le hace cualquier pieza, si los cuatro y las guitarras están en una
etapa donde están destruidas completamente, él los modifica y los vuelve como a
la vida. Eso es un arte. Tiene se don y sus conocimientos”, señala Chacón
revelando las otras virtudes de este cultor lagunillense.
Antes de conversar con Asciclo,
el preámbulo fue musical y armonioso, como suele pasar con quienes aman su
arte. Observamos su profunda concentración, cuando conecta con el arpa, y como
sus manos conservan la agilidad de buen cuatrista.
- ¿Es difícil saltar de un
instrumento para tocar otro más grande como el arpa?
- No, después que una persona
sabe tocar el cuatro, pasa a la guitarra y después ya se le hace más fácil el
arpa.
El arpa lo único que tiene es
saber la prima y el bajo. La prima es la cuerda más finita para guiarse de lo que
va a cantar la persona.
-Hay unos movimientos que
tiene la persona cuando toca el arpa…
Sí, esos son punteos que uno
hace y uno lo va siguiendo. Hay arpistas que se mantienen en un solo ritmo y no
debe ser, porque uno tiene que darle el son como debe ser.
-. ¿Hay una diferencia cuando
se va como acompañante para gaita o para música venezolana o llanera?
-Bueno, a mí me dicen: vamos a
formar un conjunto de gaita y digo como no, yo voy y tocamos gaita. Okey. Pero
si me dicen vamos a formar un conjunto de música venezolana, primero entreno
con el maraquero, porque acompañar un arpa no es fácil, tiene el bajo, va
diciendo todos los tonos que va uno acompañando a la persona. El maraquero
tiene que estar en el son de la música. Hay maraqueros que están tocando las
maracas en un conjunto venezolano y, si pasa una muchacha bonita, se distraen,
se les olvida y los ojos se le van y pierden el control del arpa.
-. ¿Eso no le llegó a pasar a
usted? (Risas).
-No. Ensayando sí (ríe). Estoy
tocando el arpa y veo una mujer hermosa, yo estoy tan especial en el arpa, que
miro a la muchacha, a la señora, la señorita, ya se me hace más fácil en el
arpa, porque ya tengo muchos años tocando.
Antes de la conversación,
Asciclo tocó el arpa, el cuatro y cantó.
De la suavidad en sus
movimientos, nacen los sonidos maravillosos, esos que desde la maestría cultivada
le permiten afinar, en cinco minutos, el arpa, demostrando cómo su oído tiene
la agudeza de buen músico.
“Ahorita hay arpas que se
afinan con una teclita que lleva arriba, un afinador y de una vez queda listo.
Pero no hay afinación por celulares. Para los cuatro y las guitarras sí hay
afinación (con celular), pero esto tiene que ser por oído en el arpa.
A sus 75 años, tiene una
voluntad admirable, haciendo de sus días una infatigable jornada, no solo para
enseñar a su nieto y a otros deseosos aprendices, también comparte el tiempo
reparando cuatros, arpas y guitarras. O dándole formas de animales, utensilios
y objetos variadísimos, a las taparas, tanto que hasta fabrica un “cuatrotaparas”.
Fabricar los instrumentos
desde cero, sería una posibilidad, pero admite, “se necesita maquinaria”.
Con Asciclo Soto compartimos un
mediodía, con sus cantos y los de su nieto-hijo José David Chirinos Soto, de 14
años, y su sobrina Dani Chacón.
” Me enseñó a tocar cuatro, ahorita me está
enseñando a darle a bordones del arpa. Los tambores los aprendí con un señor y
mi abuelo me terminó de explicar. Lo que me gusta hacer y, siempre he querido, es un conjunto de gaita”, confiesa José David anunciando el propósito
de seguir con una dinastía musical.
Dani Chacón, su sobrina, contó
cómo desde los catorce años “siempre he andado con él (su tío Asciclo) tocando
y cantando, en la plaza, en los cumpleaños, en eventos familiares, en contratos
que nos han hecho y nosotros vamos”.
Para su familia, su tío
Asciclo Ramón Soto: “Ha sido un impacto y una evolución buena y bonita, porque
la música es un compartir, la música es una vivencia, un aprendizaje que todo
debemos tener, porque a parte de ser bonita, te desestreza. Es el símbolo de Venezuela,
a nosotros nos gusta la llevamos y la compartimos”.
Texto: Yennys Rojas / Fotos: Jhonathan Camacaro
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